Trastornos de ansiedad en el niño. Una patología de nuestro tiempo

Autores: 
  • Mardomingo Sanz M.J.: Doctora en Medicina. Especialista en Psiquiatría y Pediatría. Especialista en Psiquiatría Infantil
Tipo de artículo: 
Revisiones
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Volumen XIX Nº 1 Abril 2012

Revisiones y 
Actualizaciones

Trastornos de ansiedad en el niño. 
Una patología de nuestro tiempo 

Mardomingo Sanz M.J. 

Doctora en Medicina

Especialista en Psiquiatría y Pediatría

Especialista en Psiquiatría Infantil

Dir. corresp.:  mjmardomingo@aepnya.net

Recibido: 30-12-11 Aceptado: 22-02-12 

V

ox Paediatrica 2012; XIX(1):24-29

Introducción

L

os trastornos de ansiedad se han convertido en 
los últimos años en uno de los motivos más fre-
cuentes de consulta en la práctica clínica diaria. 

Los pediatras se enfrentan al reto de tener que diag-
nosticar a niños que presentan cuadros clínicos com-
plejos, que van más allá de los síntomas de una enfer-
medad pediátrica o que teniéndola se acompañan de 
cuadros ansiosos que es preciso diagnosticar y tratar 
para que el paciente evolucione de forma adecuada. 

Desde el punto de vista psicopatológico existen 

tres tipos de ansiedad: la ansiedad como forma de 
respuesta fisiológica ante las vicisitudes de la vida, es 
decir, como una experiencia humana normal; la ansie-
dad como síntoma de diferentes enfermedades, mé-
dicas y psiquiátricas; y, por último, la ansiedad como 
entidad específica, que abarca el amplio campo de los 
trastornos de ansiedad 

(01)

Las reacciones de miedo y ansiedad son reacciones 

fisiológicas de defensa ante males y peligros potencia-
les, sirven para que el individuo se ponga en estado 
de alerta ante posibles amenazas y sin duda han sido 
imprescindibles para la supervivencia de la especie hu-
mana. La ansiedad fisiológica se pone en marcha ante 
un peligro inmediato y tiene un carácter adaptativo; su 
finalidad última es salvaguardar la integridad del indivi-
duo. La ansiedad patológica por el contrario se desen-
cadena sin que exista una circunstancia ambiental que 
la justifique o, existiendo esa circunstancia, su intensi-
dad y frecuencia son desproporcionadas 

(02)

Los niños pequeños refieren temores incontrolables 

a que pase algo malo a alguien de la familia, dudas, in-
tolerancia a los cambios, inquietud, pánico a separarse 
de los padres, trastornos del sueño, pérdida de ape-
tito, cefaleas o dolores abdominales. Los niños mayo-
res y los adolescentes relatan problemas de atención y 
concentración, obsesiones, dolor en tórax, sudoración, 
temblor, y sentimientos de irrealidad y tristeza. 

En este artículo se abordan las fobias simples, el 

trastorno de ansiedad a la separación y el trastorno de 
ansiedad generalizada. 

Epidemiología

Los trastornos de ansiedad son una de las patolo-

gías psiquiátricas más frecuentes y que se manifiestan 
de forma más precoz. Las tasas de prevalencia en la 
infancia y adolescencia son del 9-21% 

(03)

La ansiedad de separación afecta al 3-5% de los ni-

ños y al 2-4% de los adolescentes y la ansiedad exce-
siva al 4%

 (04)

. Las tasas de prevalencia de otros tras-

tornos de ansiedad, fundamentalmente estudiados en 
el adulto, aún no están claramente establecidas en los 
niños. Se cree que el trastorno de angustia afectaría al 
0,8% y las fobias específicas al 1,5-3% aproximada-
mente

 (05)

.

La distribución por sexos de los trastornos de ansie-

dad es un aspecto que aún no está aclarado. Parece 
que la fobia social se da más en los varones, mientras 
que las fobias simples y la agorafobia afectan más a las 
mujeres. La ansiedad a la separación, la ansiedad ex-

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cesiva y la ansiedad generalizada afectarían por igual a 
ambos sexos. La edad modifica también las tasas de 
prevalencia de manera que las fobias simples predomi-
nan en las niñas durante la infancia, y afectan por igual 
a ambos sexos a partir de la adolescencia con una ra-
tio
 de 1/1.

El nivel socioeconómico es otro factor que influye en 

la prevalencia con tasas más altas de trastornos de an-
siedad y de síntomas ansiosos en las clases desfavo-
recidas. La exposición a un medio violento es otra va-
riable que incrementa la prevalencia, actuando como 
claro factor de riesgo.

De acuerdo con las clasificaciones internacionales 

los trastornos de ansiedad de los niños y adolescentes 
comprenden: las fobias, el trastorno de ansiedad a la 
separación, el trastorno de ansiedad generalizada, el 
trastorno de estrés postraumático (TEP) y el trastorno 
obsesivo-compulsivo (TOC)

(07)

. La fobia al colegio es 

una de las más frecuentes en la infancia y guarda estre-
cha relación con el trastorno de ansiedad a la separa-
ción

(08)(06)

. La fobia social  es típica del adolescente

(09)(10)

Características clínicas

La ansiedad tiene una vertiente motriz y neurovege-

tativa, una vertiente cognoscitiva y de percepción de la 
realidad, y una vertiente emocional y afectiva. 

En la vertiente motriz, la ansiedad se manifiesta en 

inquietud, desasosiego, temblor, e imposibilidad de 
permanecer sentado. Otras veces, aunque más rara-
mente, se traduce en inhibición motriz, con dificultad 
del adolescente para hablar o moverse. Los síntomas 
somáticos de la ansiedad pueden afectar práctica-
mente a todos los órganos y sistemas, desde el sis-
tema cardiovascular al respiratorio, digestivo, piel, en-
docrino y neurovegetativo. La frecuencia cardiaca se 
acelera, disminuye el flujo sanguíneo periférico, se pro-
ducen modificaciones en el electroencefalograma, y 
aparece sudoración, palidez, y temblor. 

Las manifestaciones clínicas de la ansiedad varían, 

además, en función de la edad y del desarrollo cog-
noscitivo y emocional del sujeto

(05)(11)

. La inquietud mo-

triz, los trastornos del sueño, la pérdida del apetito y 
el llanto inmotivado, son síntomas típicos de los niños 
pequeños, a los que se añadirá más adelante la expre-
sión verbal de la angustia, los miedos y temores, a me-
dida que se desarrolle el lenguaje y la capacidad para 
expresar emociones y sentimientos. Las dificultades de 
atención y concentración, los problemas de memoria y 
la lentitud del pensamiento, son síntomas ya propios de 
la etapa escolar a los que se añaden los sentimientos 
de despersonalización y desrealización en la adoles-
cencia. La despersonalización implica un sentimiento 
de extrañeza respecto del propio yo, como si el adoles-
cente se sintiera vacío. En la desrealización el mundo 
circundante se percibe como si no existiera, como si no 
fuera real y no tuviera vida (Tabla I).

Tabla I: Síntomas de ansiedad

Niños pequeños

Niños mayores y adolescentes

Inquietud motriz

Angustia

Llanto inmotivado

Temores irreprimibles

Pérdida del apetito

Dolor torácico

Trastornos 

del sueño

Obsesiones

Negativa a sepa-

rarse de los padres

Rituales

Dolores 

abdominales

Dificultades de concentración

Cefaleas

Sentimientos de despersonalización

Temores irreprimibles

Sentimientos de desrealización

Dudas

La vertiente cognoscitiva de los estados de ansie-

dad hace que el sujeto perciba la realidad desde una 
perspectiva amenazante, interpretándola como algo 
permanentemente peligroso. La dimensión afectiva se 
traduce en ánimo deprimido y sentimientos de tristeza. 

Fobias simples

La fobia siempre consiste en el miedo irreprimible, 

persistente y difícil de vencer a un estímulo o situación 
concretos, y sólo aparece en contacto con ese estímulo. 

Los niños presentan fobias a los animales, la oscu-

ridad, las tormentas, la sangre, el ascensor, quedarse 
solos en la habitación, subir en avión, ir al dentista,  ir 
solos por el pasillo, u otras situaciones. La intensidad 
del miedo varía en función de determinadas circuns-
tancias como la proximidad o lejanía del estímulo an-
sioso y de las características del mismo. La posibilidad 
de entrar en contacto con el estímulo fóbico genera en 
el adolescente una intensa angustia dando lugar a una 
serie de estrategias encaminadas precisamente a evitar 
esa situación. En la figura 1 se muestran los mecanis-
mos de las fobias. 

Figura 1: Mecanismos de los trastornos de ansiedad

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La gravedad e intensidad de los síntomas de an-

siedad, lo apropiado o no apropiado del miedo de 
acuerdo con la edad, y en qué medida la fobia interfiere 
en la vida cotidiana, son datos fundamentales para el 
diagnóstico.  La fobia para serlo tiene que cumplir 
dos criterios:
 producir en el niño un intenso malestar 
y suponer una clara limitación para el desarrollo de la 
vida normal. El paciente reconoce muchas veces que 
el temor y la angustia son excesivos e irracionales, pero 
no los puede evitar. 

Cualquier fobia puede darse a cualquier edad, no 

obstante hay fobias más frecuentes en unas épocas 
de la vida que en otras. Son típicas del niño pequeño 
las fobias a los animales y a la oscuridad, más adelante 
aparecerá la fobia al ascensor, al dentista o al colegio, y 
en la adolescencia la fobia a la sangre o a las heridas, al 
avión o a las relaciones sociales, síntoma fundamental 
de la fobia social tan típica de esta edad

(05)

.

Ansiedad a la separación

La ansiedad a la separación se inicia en la infancia 

pero también se da en la adolescencia y consiste en la 
angustia intensísima que experimente el niño cuando 
tiene que separarse de los padres o de las personas 
que le cuidan.

Se trata de una angustia que es desproporcionada 

a la edad y a la circunstancia y que puede llegar al pá-
nico. Este temor irracional limita el desarrollo nor-
mal de las actividades cotidianas:
 ir al colegio, salir 
con los amigos, ir de excursión, dormir fuera de casa, ir 
a un campamento. El adolescente refiere que no puede 
separarse de los padres como medida de protección 
para que no les pase nada malo, desde tener un ac-
cidente del tipo que sea, a ponerse enfermos. En este 
sentido, quedarse con la madre en casa sin ir al cole-
gio, es la mejor manera de protegerla. 

El tipo de miedos de los niños varía con la edad. En 

los más pequeños el temor puede tener un carácter 
vago e inespecífico que más adelante se va concre-
tando, no obstante también los adolescentes pueden 
expresar no tanto el temor a una amenaza concreta, 
sino una angustia genérica ante la posibilidad de morir, 
enfermar o sufrir otro mal. A veces se trata de un sen-
timiento de intensa nostalgia del hogar y del pasado 
que se idealiza y se recuerda como un paraíso perdido. 

No es infrecuente que los adolescentes no reconoz-

can la dificultad que tienen para separarse de los pa-
dres, o la necesidad de permanecer junto a la madre 
y el temor a salir de casa. Pero a través del dialogo y 
la relación de confianza, esta circunstancia termina por 
quedar de manifiesto. 

La ansiedad a la separación es más frecuente en 

familias que tienen una actitud sobreprotectora hacia 
los hijos, y que sienten temor ante el proceso de auto-
nomía progresiva del niño que forma parte del desarro-
llo normal. A veces la madre es una mujer ansiosa que 

ha vivido en su propia familia ese ambiente sobrepro-
tector. En la Tabla II se resumen las características de 
la ansiedad a la separación.

Tabla II: Características de la ansiedad a la 

separación

Comienzo

Antes de los 6 años

Duración

Al menos dos semanas

Intensidad

Desproporcionada a la edad y que 

interfiere en la vida cotidiana

Medio 

familiar

Sobreprotector

Síntomas

Tristeza

Apatía

Llanto

Dificultades de concentración

Dificultades de interacción personal 

y social

Dolores abdominales

Náuseas

Vómitos

Cefaleas

Temblores

Lipotimias

Vértigos

Taquicardia

Crisis de pánico

Tomado de Mardomingo MJ: Trastornos de ansiedad en 
el adolescente. Pediatría Integral, 2005; 11(2): 125-136.

Ansiedad generalizada 

La ansiedad generalizada, o excesiva, se caracteriza 

por la preocupación o ansiedad exagerada ante la vida 
en general

(04)

. Es un trastorno que se da tanto en la in-

fancia como en la adolescencia, afectando más a las 
mujeres a partir de esta edad. 

Los miedos y temores suelen referirse al principio a 

aspectos poco relevantes de la vida cotidiana, y van 
adquiriendo un carácter más general con la edad; son 
miedos que carecen de base real y se prolongan al me-
nos durante seis meses. El adolescente muestra una 
actitud excesivamente cautelosa y temerosa ante la 
vida, preocupándose demasiado por los exámenes, las 
relaciones con los amigos, la posibilidad de sufrir algún 
tipo de daño u otros acontecimientos futuros. Además 
necesita que se le reafirme constantemente sobre lo 
que hace, preguntando sobre aspectos poco impor-
tantes de cosas o situaciones que le producen ansie-
dad o incertidumbre. 

La sensación de incertidumbre afecta no sólo a 

acontecimientos de la vida presente sino también a su-

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cesos de la vida pasada a los que el paciente da vuel-
tas una y otra vez temeroso de sus consecuencias. El 
adolescente se muestra ansioso e inseguro de su ca-
pacidad y aptitudes en diferentes terrenos, y de modo 
especial, en el rendimiento escolar, con marcado temor 
a las críticas de compañeros y profesores (Tabla III).

Tabla III. Características de la ansiedad 

generalizada

Definición

Ansiedad exagerada del adoles-

cente, no realista, ante la vida en 

general

Duración

Al menos seis meses

Temor 

exagerado a

Los exámenes

Las relaciones personales

Las relaciones sociales

El futuro

Las críticas

Personalidad

Perfeccionismo

Hipersensibilidad a la crítica

Dependencia

Síntomas 

somáticos

Vértigos

Dolores abdominales

Lipotimias

Temblores

Opresión torácica

Tomado de Mardomingo MJ: Trastornos de ansiedad en 
el adolescente. Pediatría Integral, 2005; 11(2): 125-136.

Son frecuentes también las quejas psicosomá-

ticas: cefaleas, dolores abdominales, náuseas, vértigo, 
disnea, opresión torácica, obstrucción en la garganta y 
trastornos del sueño. El adolescente puede experimentar 
un estado mantenido de intenso nerviosismo y tensión.

La ansiedad generalizada se da con más frecuencia 

en familias con un elevado nivel de aspiración respecto 
de los hijos y de nivel socioeconómico alto. Las ex-
pectativas excesivas puestas por los padres en el hijo, 
unos padres que suelen ser ellos mismos ansiosos y 
presionan al hijo para que alcance objetivos que ellos 
mismos, en ocasiones, no pudieron alcanzar, es un fac-
tor de riesgo de que el hijo sufra ansiedad. De forma 
paradójica, el deseo de los padres de preparar al hijo 
para la vida y de dotarle de un bagaje protector, no sólo 
no le protege, sino que le supone una carga excesiva 
que le torna vulnerable. Pero de igual forma, la actitud 
educativa permisiva y contemporizadora, que accede 
de forma sistemática a las demandas del hijo, y suple 
los esfuerzos que a él sólo le correspondería realizar, fa-
vorece que el niño sufra ansiedad, ya que se le priva de 
un aprendizaje fundamental: enfrentarse a los retos y 
ser capaz de superarlos

El trastorno de ansiedad generalizada comienza 

unas veces de forma brusca, y otras gradual, y sigue 
un curso que se caracteriza por fases de exacerbación 
desencadenadas por situaciones de estrés. Cuando 
comienza en la infancia puede evolucionar hacia fobia 
social y ansiedad generalizada en la adolescencia que 
es la edad de comienzo preferente de la fobia social

(12)

Causas y mecanismos de los trastornos de ansiedad

Los trastornos de ansiedad se caracterizan porque 

en la etiopatogenia intervienen múltiples causas y me-
canismos cuya exposición sobrepasa el objetivo de 
este artículo.

En los trastornos de ansiedad intervienen factores 

genéticos, neuroendocrinos, inmunológicos, intrauteri-
nos y perinatales, a los que se añaden las experiencias 
tempranas de la vida y los factores ambientales que 
irán configurando las biografías del individuo. 

La dotación genética puede dar lugar a una predis-

posición individual para sufrir trastornos de ansiedad. 
Sobre esa predisposición pueden actuar factores de 
riesgo durante la etapa intrauterina (consumo de dro-
gas, estrés materno
) o circunstancias adversas durante 
los primeros años (maltrato, mala crianza) a los que 
pueden sumarse otros acontecimientos vitales desfa-
vorables (pobreza, enfermedad psiquiátrica de los pa-
dres
). Todo ello se traduce en alteraciones del sistema 
nervioso, endocrino e inmune, perturbándose la res-
puesta al estrés, los mecanismos inmunológicos frente 
a las agresiones y la función de la corteza cerebral pre-
frontal, la amígdala y el hipocampo antes las vicisitudes 
de la vida (Figuras 2 y 3).

Figura 2: Etiopatogenia de los trastornos de ansiedad

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Figura 3: Etiopatogenia de los trastornos de ansiedad

La respuesta del eje hipotálamo-hipófiso-suprarrenal 

es demasiado intensa y persistente ante las amena-
zas y ante estímulos neutros que se perciben, sin serlo, 
como peligrosos (figura 1). Se altera la respuesta lin-
focitaria y otros mecanismos de defensa. Se hace una 
evaluación inadecuada de la información que llega a 
la corteza cerebral procedente del tálamo. Esta infor-
mación se transmite a la amígdala y se almacena en el 
hipocampo en forma de memoria, que reforzará otra 
respuesta inadecuada ante una nueva situación estre-
sante (Figura 4). 

Figura 4: Mecanismos de la ansiedad

Modificado de Mardomingo MJ. Psiquiatría para padres y edu-

cadores. Ciencia y arte. 2ª edición ampliada. Madrid, Editorial 

Narcea, 2008.

De este modo, la alteración de los mecanismos ge-

néticos, neuroendocrinos e inmunes, aumenta el riesgo 
de sufrir no solo trastornos de ansiedad y depresión, 
sino enfermedades propias de la época en que vivimos 
como la obesidad, el síndrome metabólico y las enfer-

medades cardiovasculares. Unas enfermedades que, 
de acuerdo con estudios clínicos y de modo particular 
en modelos animales, se transmiten de generación en 
generación, explicando el surgimiento de nuevas enfer-
medades desde la segunda mitad del siglo XX, que no 
hacen mas que aumentar

 (13)

.

Los trastornos de ansiedad tienen un componente 

genético elevado y así lo demuestran los estudios en 
familiares y gemelos

(14)(15)

 y un marcado componente 

temperamental. La actitud tímida y retraída del niño que 
también se denomina inhibición conductual, es un claro 
factor de riesgo de sufrir trastornos de ansiedad

(16)

. Por 

otra parte es innegable la influencia de los factores am-
bientales y, de modo particular, del medio familiar en 
el surgimiento y persistencia de los trastornos de an-
siedad en el niño. La respuesta ansiosa no solo se he-
rede, también se aprende. El modelo de unos padres 
ansiosos y temerosos refuerza los miedos y la ansiedad 
del niño que percibe la vida como algo esencialmente 
amenazante. 

Los trastornos de ansiedad se heredan y se apren-

den, y las circunstancias ambientales adversas poten-
cian y facilitan su aparición actuando como factores de 
riesgo (Tabla IV). 

Tabla IV. Factores de riesgo de la ansiedad

Clase socioeconómica desfavorecida

Agresividad y violencia en la familia y en el medio social

Antecedentes de trastorno de ansiedad

Inhibición conductual y social como características 
temperamental

Depresión familiar

Alcoholismo

Actitud excesivamente permisiva de los padres

Expectativas desmesuradas que cargan sobre el hijo 
una responsabilidad excesiva y agobiante

Tomado de Mardomingo MJ. Psiquiatría para padres y educadores. 
Ciencia y arte
. 2ª edición ampliada. Madrid, Editorial Narcea, 2008.

Tratamiento

El tratamiento de los trastornos de ansiedad mejora 

el pronóstico y la evolución a largo plazo. Las tres me-
didas terapéuticas fundamentales son la terapia cogni-
tivo-conductual

 (10)

 el tratamiento farmacológico

 (17)

 y el 

asesoramiento a los padres. 

Los objetivos del tratamiento son: mejorar el cuadro 

clínico aumentando la calidad de vida del paciente, fa-
vorecer el desarrollo emocional y social del niño, preve-
nir la aparición de otros síntomas psiquiátricos asocia-
dos, especialmente de tipo depresivo, y mejorar el pro-
nóstico evitando la evolución crónica del proceso

(05)18)

El plan de tratamiento debe tener en cuenta la natura-
leza del trastorno de ansiedad, la gravedad, el tiempo 
de evolución, la edad del paciente, su desarrollo cog-
noscitivo, las características del medio familiar y los es-
tilos educativos de los padres. 

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Cuando el trastorno de ansiedad es poco intenso y 

de corta evolución puede ser suficiente el tratamiento 
mediante psicoterapia de apoyo y asesoramiento a los 
padres, resolviéndose con facilidad si estos colaboran. 

La terapia cognitivo-conductual se centra en el pa-

pel que tienen las distorsiones cognitivas en la apari-
ción y persistencia de los síntomas de ansiedad. Tiene 
como objetivo normalizar las emociones y la conducta 
del niño, modificando su modo de percibir y juzgar la 
realidad y, por lo tanto, cambiando su modo de pensar. 

La terapia cognitivo-conductual es uno de los mo-

dos más eficaces de tratamiento, una eficacia que es 
aún mayor cuando los padres colaboran para que se 
lleve a término. Un aspecto fundamental es que el niño 
y los padres entiendan las características de la enfer-
medad, el curso previsible y las estrategias que deben 
seguirse para que se normalice el cuadro clínico (19). 

La terapia cognitivo-conductual es especialmente 

eficaz en el tratamiento de las fobias simples mediante 
exposición progresiva del niño al estímulo que le pro-
duce ansiedad (ascensor, colegio, dentista, oscuridad). 

Los fármacos más eficaces en el tratamiento de los 

trastornos de ansiedad son los inhibidores selectivos 
de la recaptación de serotonina (ISRS). El tratamiento 
farmacológico está recomendado cuando no hay me-
joría con la terapia cognitivo-conductual o la mejoría es 
escasa y en aquellos casos en que el cuadro clínico 
es de carácter moderado o grave. La combinación de 
ambos métodos suele obtener los mejores resultados. 

Conclusiones

Los trastornos de ansiedad de los niños y adolescen-

tes son una de las patologías psiquiátricas más frecuen-
tes en la práctica clínica diaria, sin embargo, se da la 
paradoja de que con mucha frecuencia no se diagnos-
tican. Una de las razones para que esto sea así es que 
las manifestaciones clínicas de la ansiedad abarcan un 
espectro de síntomas muy amplio, que puede afectar a 
la mayoría de los órganos y sistemas, confundiéndose 
con otras patologías. Otra razón añadida es la mayor 
dificultad de los niños para expresar lo que les sucede. 

El pediatra tiene que conocer estas enfermedades y 

ser capaz de detectarlas en los niños pues el diagnós-
tico precoz y la puesta en marcha de medidas terapéu-
ticas modifican claramente la evolución y el pronóstico, 
mejorando la calidad de vida de los pacientes y de las 
familias. 

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